Un estudio del CIAE del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la U. de Chile analizó la percepción de familias de distintos niveles socioeconómicos sobre el Sistema de Admisión Escolar, encontrando principalmente actitudes negativas hacia éste.

Como parte de la Ley de Inclusión (2015), Chile comenzó a implementar un nuevo Sistema de Admisión Escolar (SAE). El SAE busca evitar prácticas discriminatorias en los procesos de admisión/selección, dar más información a las familias para que elijan escuela para sus hijos y distribuir de forma más eficiente los estudiantes de acuerdo a las vacantes existentes. El SAE funciona mediante una plataforma online en donde las familias buscan escuelas, seleccionan aquellas en que desean matricular a sus hijos, ordenan sus preferencias y envían sus postulaciones. Si las vacantes disponibles permiten acoger a los postulantes, todos los estudiantes son aceptados automáticamente; en caso de que exista sobredemanda, el SAE aplica primero un conjunto de criterios de priorización determinados por la ley (e.g. bajo nivel socioeconómico familiar, hermanos en el establecimiento, etc.), y luego distribuye el resto de los cupos aleatoriamente entre los postulantes. El SAE se implementó gradualmente y en la actualidad funciona en todo el país.
El SAE implica un cambio muy importante en comparación con los procesos anteriores de admisión escolar, donde cada colegio estaba a cargo de sus procesos de selección. El SAE tuvo una tramitación legislativa muy controversial y ha sido objeto de críticas durante su implementación, al punto que actualmente existe una comisión estudiando modificaciones. Dado que el SAE se basa en la elección por parte de las familias, la comprensión y valoración del sistema por parte de éstas resulta clave para su éxito.
En ese contexto, un estudio de investigadores del CIAE del Instituto de Estudios Avanzados en Educación de la Universidad de Chile buscó conocer la visión que tienen las familias sobre el SAE. Se realizaron, en total, 61 entrevistas y 10 grupos de discusión en cinco zonas de diferentes ciudades del país (dos metropolitanas, dos de tamaño medio, y una pequeña), considerando familias de clase social alta, media y baja, que usaron del SAE.
Hallazgos
Si bien algunas familias valoran el nuevo sistema porque ahorra tiempo y esfuerzo, previene la discriminación y promueve la diversidad en los colegios, los autores del estudio encontraron principalmente actitudes negativas hacia el SAE, asociadas con desconfianza, desempoderamiento y un sentimiento de descualificación.
· Desconfianza: en muchos casos, desconfían del SAE por considerarlo poco transparente, porque no comprenden los principios de justicia que están en la base, o porque simplemente no creen que opere del modo imparcial que promete. Si bien saben que en el sistema anterior la última palabra para la admisión escolar no la tenían los padres, el hecho de que fuesen los colegios quienes decidieran les permitía, al menos, conocer al responsable.
· Desempoderamiento: muchos padres/madres experimentan una intensa sensación de pérdida de poder e, incluso, desconcierto respecto del proceso de admisión escolar, sintiendo que no tienen control sobre un aspecto importante de la educación de sus hijos. Estos padres valoraban el hecho de que las escuelas aplicaran ciertos procesos para seleccionar estudiantes, porque esto les permitía a ellos demostrar mérito y “hacer algo” para aumentar las chances de sus hijos (e.g. entrevistas, exámenes, requisitos académicos o una fila).
· Sentimiento de descualificación: para la mayoría de las familias, el rasgo más sobresaliente del SAE es la introducción de un cambio tecnológico en los procesos de admisión, coherente con la tendencia de que ahora “todo se hace online”. Muchos lo valoran positivamente: es más cómodo, proporciona amplia información, evita gastos de transporte; y ahorra tiempo y recursos asociados a las postulaciones presenciales. Otros lo resienten por considerarlo un sistema frío e impersonal, que no responde a las necesidades particulares de cada familia/niño, complejo, confuso e innecesario (sobre todo en zonas rurales o colegios de baja demanda).
El estudio también identificó variadas prácticas que las familias realizan en cierto modo “fuera de” o “en reacción a” el SAE, tales como: intentar conseguir una matrícula yendo personalmente a los colegios, solicitando directamente matrícula o cambio de colegios una vez que el calendario SAE ha concluido; postulando con una dirección falsa, aplicando a escuelas con financiamiento compartido sin tener la intención de pagarlas, apelando a las autoridades, movilizándose o cambiando sus hijos a escuelas privadas no subvencionadas (donde no rige el SAE). Algunas de estas prácticas se basan en la desinformación, pero otras constituyen formas de “resistencia” al SAE.
Implicancias
El estudio muestra que el SAE enfrenta enormes dificultades para ser mayoritariamente valorado por las familias. Por esto, los autores entregan algunas recomendaciones de política pública. Los autores sugieren que, para que el SAE funcione más eficientemente y goce de legitimidad social, se aumente significativamente la calidad de la información y apoyo a las familias postulantes, de forma que comprendan sus ventajas y el modo en el cual favorece sus opciones de elegir escuela. Agregan que el proceso de admisión debería dejar de ser percibido como impersonal y frío; y que es deseable que colegios y familias se encuentren: “Si bien el SAE no lo prohíbe, no se ha puesto énfasis en este diálogo”, subrayan.
Según los autores, otro asunto que estaría friccionando la aceptación del SAE es que, luego de décadas de procesos de admisión poco regulados, la mayoría de las familias había internalizado e, incluso, llegado a valorar el “elegir ser seleccionado”, lo cual asociaban con la posibilidad de demostrar algún mérito, sea de ellos o de sus hijos. “El trato igualitario que el SAE implica choca con esta lógica de ganarse un cupo’ en la admisión”, sostienen.
Finalmente, agregan que la mayoría de las familias percibe que existen muy pocas (una o dos) escuelas “aceptables” para sus hijos, lo que deriva en una alta concentración de las postulaciones en pocos colegios que reciben sobredemanda. “Este es el asunto más difícil, ya que esto produce una inevitable y masiva sensación de frustración. Sin suficientes escuelas que sean consideradas ‘válidas’ a ojos de las familias, Chile continuará teniendo una educación percibida como fuertemente injusta, independiente del sistema de admisión escolar que se utilice”, concluyen.